El verano, ese amigo y enemigo,
capaz de darnos los días mas cálidos del año, y a la vez tan fríos,
en el que sus bellos paisajes,
decorados por la luz dorada que los arropa,
nos invita a salir, a disfrutar, a emocionarse, a reír y a llorar,
sin permitir que un solo minuto de sus largos días se consuma.
Una luz que nos invita a salir del túnel, a desconectar, a olvidarse, y vivir...
Momentos incontables que no deseo ver terminar,
soñando con poder parar el tiempo,
consiguiendo que estos permanezcan inalterables en mi mente.
En ocasiones pensamos demasiado, ¿no es mejor vivir que pensar?
Pues tratemos de no pensar,
ya que a veces con un par de sonrisas y abrazos bastan para ser feliz.
Empecemos a experimentar,
a mantener la mente apagada,
abrasada por el calor al que le somete el sol.
Volvamos a ser niños,
apartemos nuestros problemas,
simplemente dejémonos llevar...
Como aquellos años, donde un simple paseo en bicicleta ocupaba todo un atardecer,
cuando podíamos disfrutar todo un día entero al borde del río,
arropados por el sonido del agua y la refrescante humedad que mojaba nuestras toallas,
cuando subíamos montes y colinas enteras, sin mirar atrás, y al llegar arriba del todo,
sonreíamos y respirábamos libres,
como los pájaros que copan los árboles.
sonreíamos y respirábamos libres,
como los pájaros que copan los árboles.
En esta última noche, miremos juntos las estrellas,
como cada noche de verano,
contemos una tras otra hasta caer rendidos uno encima del otro,
y que al volver a casa esto no sea un "adiós", sino un, "hasta mañana".
Gracias.
I. A.

No hay comentarios:
Publicar un comentario