martes, 1 de septiembre de 2015

Quédate un poco mas





Doscientos kilómetros por hora, a toda ostia, sin querer saber lo que pasa a tu alrededor,
pero cuando menos te lo esperas, aparece alguien y te dice que aflojes,
y en ese momento, te das cuenta de los verdaderamente importante,
de como toda una vida no basta para alimentar un corazón, pero sobra medio segundo
para dejarlo vacío.

Todo comienza por una mirada, tu  y yo, una químicas especial,
una mirada penetrante, entrelazada, fugaz e intensa como el aire, viva y atenta,
que calienta tanto como el fuego,
tanto, que pronto la energía explota.

Tus ojos y los míos se encuentran por primera vez, tímidos, vagos, pero a la vez inquietos,
fascinados por el hipnotismo que desprende el reflejo de la luz en tus pupilas,
como si de una joya se tratase,
y es que desde ese instante,
yo verdaderamente vivo perdido en ellos.

Pronto el protagonismo lo toman las palabras, sonrisas cómplices, los labios,
porque cada sonrisa tuya ilumina más el día que toda la luz que desprende el sol cada mañana.

Un duelo de miradas precavidas que se tornan desafiantes, mientras poco a poco las distancias se acortan.

Y derrepente ocurre, la energía se activa y comienza a recorrer nuestros cuerpos,
y desde ese momento la luz brilla con mas fuerza que nunca,
un momento único, infinito y en el que el tiempo queda detenido por momentos,
sin que ninguno quiera verlo terminar.

El tiempo pasa, nada cambia, fascinación e interés,
son los protagonistas de este diálogo que cada noche invita a continuar explorando,
descubriendo mil y una cosas de ti,
porque el frío del invierno se va agotando mientras con tu calor me arropas.

Aquella noche que comenzamos a descubrir Madrid,
un par de palabras y de sonrisas bien acompañadas de un vino blanco,
con el perfecto escenario de la noche,
fuimos testigos de que no hacen falta meses para conectar con una persona,
que la conexión la establecen los ojos y las sonrisas
y la confianza los abrazos, los besos, los testimonios y la sinceridad.

Las noches pasaban, los sueños juntos permanecían,
y amanecer abrazado junto a ti cada día era un bendito placer,
saborear tus labios cada mañana, el mejor de mis desayunos,
sin complicaciones, sin ataduras, siendo libres y disfrutando cada minuto como si fuera el último,
porque contigo un par de cafés, y un libro bastan para alegrar una semana entera de mi vida.

Nos separamos, y poco a poco mientras navegaba te echaba en falta,
pero la inmensidad del mar no bastaba,
porque la brisa del aire y el movimiento de las olas hacía que pronto noticias tuyas llegasen hasta mí, porque en cuanto llegaba a puerto sabía que estabas ahí,
tan lejos y a la vez tan cerca,
y en ese momento, solo una sonrisa podía dibujarse en mi rostro.

Porque si mil tardes de estudio contigo han bastado para esto,
yo me pregunto qué haré con otras mil tumbados en el parque,
representados en el teatro,
mojados en la playa,
respirando en la montaña,
cantando en un concierto,
y en definitiva, disfrutando de las largas noches de la capital...

Porque cada vez que te vuelvo a ver, nuestros ojos se iluminan de nuevo,
no hay testigo en el mundo capaz de explicar como la energía fluye en esas primeras palabras que nos dedicamos cada momento, cada abrazo, cada caricia, cada beso...

Mucho ha pasado desde aquel mayo primaveral,
quizá demasiado, demasiados buenos y demasiados malos,
rápidos y fugaces,
y poco a poco me va comiendo por dentro,
tus recuerdos invaden mi mente mientras uno trata mantenerse al margen,
pero no sabes lo imposible que es.

Porque masqueriendo olvidarte, no puedo,
masqueriendo vivir, ser libre, no puedo,
no puedo volar sin alas, ya que eso, eres tú.
Porque masqueriendo muchas cosas te quiero a ti, te extraño y te siento,
como se que tu has hecho,
y por eso mi corazón se va quedando vacío.

Soñando con viajar a otro planeta.

I. A.

No hay comentarios:

Publicar un comentario