viernes, 16 de octubre de 2015

Frío




  Frío, causante de tantas alegrías y de tantas tristezas,
que con la llegada del Otoño, comienzas a invadir los solitarios
cuerpos de aquellos que no te acogen con alegría,
  que congelas el tiempo en ese preciso instante que deseamos olvidar,
  que cubres todos los paisajes de la tierra durante estos meses,
  con el blanco diamante de tus nevadas, con esta humedad que cala
mis huesos y la intensidad de tus lluvias, y fulminando
a los desprevenidos con el dolor del hielo que lanzas desde el cielo.

  Como cada Octubre, tu comienzas a ocupar las calles,
  a borrar la alegría del verde colorido de los parques,
  a cubrir con tu inmensa manta de hielo todos los hogares,
  combatiendo el fuego que se enciende en cada una de ellas,
  el calor de los cuerpos desnudos que se pliegan noche tras noche,
  helando la manos y corazones de aquellos que desconocían tu llegada.

  Cruel y despiadado agente del tiempo, que sin compasión,
acabas con todos aquellos desgraciados que no consiguen huir
de tus garras, incapaces de cobijarse en otros brazos que no sean los tuyos,
estando destinados a helarse por ti.

  Eres el compañero más frecuente de la soledad que me consume
en estos días, cada vez más cortos, que se ven devorados
por la inmensidad de las noches.
  Eres la rutina que inunda el espacio durante estos malos momentos,
  el agua que te ahoga cuando no puedes salir,
  que te recuerda tus males, las penas,
     y lo que no son tan penas.
  Eres la constante lentitud con que se mueve
el tiempo durante estos días,
  porque ni una minúscula llama de calor brota durante
los días más soleados.

  Lo confieso, soy culpable,
  no te recibo con alegría, ni ahora,
  ni ninguna de las veces que te da por aparecer en mi vida,
  pues eres sinónimo de malos recuerdos,
   de lo lento que pasa el tiempo,
   del despertar cada mañana solo, helado, atrapado bajo tus garras de hielo,
   de la necesidad de compañía durante tus gélidas noches,
      que abrase mi piel con el simple roce de nuestros cuerpos desnudos,
         que me queme los labios, cada vez que me besa,
            que te expulse de una vez por todas, para que no vuelvas...

  No se cuando hallaré calor.
  Pero hoy solo soy tuyo, despiadado Frío.


I. A.






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