Mil gotas caen del manantial que brota del techo,
dibujando senderos de agua sobre tu pecho,
arrebatando el alma que llevas dentro,
formando con ella la naturaleza por momentos,
que permanece inalterable en el tiempo.
Son corrientes, cursos de agua que mojan la tierra,
que arrastran las piedras, que riegan sus orillas,
sin tener miedo de ver a quien pilla,
desprevenido, o firme y decidido,
en sus curvas, sus cascadas y sus rápidos,
que sacuden tan duro como los látigos.
La humedad con que baña sus márgenes,
la sequedad que forma tras beber de sus riveras,
curiosa dualidad que forma sus enredaderas.
Sumergido en la vida del fondo,
explora sus secuelas, sus plantas y peces,
y descubrirás si pereces
pues no son tus músculos,
sino la mente las dueña de tu impulso.
Seguros y fuertes navegamos solos,
sin mirar atrás, ni tampoco los saltos que vienen,
deseando descubrir lo que tienen,
esos bosques espesos,
que cubren un borde y otro de nuestro río,
libres e independientes,
sabemos nadar siguiendo la corriente.
I. A.

No hay comentarios:
Publicar un comentario