lunes, 23 de noviembre de 2015

La Hipocresía del tiempo




 Desde hace ya algún tiempo mis palabras echaron el cierre,
deseosas de poder salir, siempre topan con el cerrojo de mis labios, 
 formando un fuerte nudo en mi garganta que lentamente me ahoga.

 Desde hace algún tiempo te pienso, 
valoro lo bueno y lo malo,
reflexiono en claro y en oscuro,
en si estará bien o mal, 
en este yugo del tiempo que me lleva volando cada día,
 desde a un punto a otro, siempre solo.

 Desde hace algún tiempo pienso,
pienso en los colores, los calores, las luces, y los olores,
en ese brillo que me llama,
pienso en lo viejo y en lo nuevo, en el ayer y el mañana,
en poder atravesar el tiempo y conocer lo que esta por venir,
 en el futuro, un futuro incierto que impulse mis pies fuera de este vacío.

 Desde hace algún tiempo calló,
pienso en hablar, mil y una veces lo pienso cada día.
sin embargo, mis palabras callan mudas como las rocas,
 y caen olvidadas sobre el charco que dejan.

 Desde hace algún tiempo sonrío, río y vivo,
ocupado en un nuevo proyecto, cuelgo el cartel "en reconstrucción".
 Pienso en los cambios, en experimentar y en conocer,
en explorar los rincones más desconocidos todavía para mí, 
descubrirlos poco a poco, disfrutarlos y devorarlos,
como los buenos placeres de esto que llaman vida.
 Pienso en todo aquello que quise hacer, que quise compartir,
y que ahora aún puedo completar,
en todo lo que estoy y estuve dispuesto hacer,
 porque si tu supieras...

 Desde hace algún tiempo te sueño,
con la ilusión de un niño pequeño,
aparece de repente, en la oscuridad de la noche y me invitas,
me invitas de nuevo, a un viaje de sensaciones,
para descubrir los paisajes mas bellos de este planeta.
 Comienzo hipnotizado por el brillo que desprenden las estrellas,
esa luz que me ilumina cuando todo se apaga.
 Pero el hambre comienza a apoderarse de mi estomago,
y entonces tropiezo casi por sorpresa, con manjares exquisitos,
bendito placer, comer, beber, morder,
de esos tiernos frutos rojos que susurrosos me llaman.
 Me descuelgo por los rayos de sol que con su calor me llenan,
drogado por el suave tacto de sus redes, y el hechizante olor que desprenden.
 Escalo, asciendo y trepo, por las blancas y enormes cordilleras
que desafiantes se anteponen en mi mágico camino, descanso,
agotado en la cima de este sitio que llaman tierra,
devoro cada recurso que encuentro en ellas,
hasta saciarme con el más delicioso de sus jugos.
 Desciendo a las verdes praderas del sur, lisas y suaves como la seda,
sutilmente me voy deslizando, acariciando, rozando,
y aunque aturdido por los gritos no ceso en mi empresa,
lento, pausado, tranquilo y voraz continuo por el sendero.
 El final de mi viaje se acerca, y casi sin darme cuenta,
el más bello y relajante de los parajes se dispone frente a mí,
el inmenso mar, señor de las aguas de este mundo,
no termino hasta topar de frente con él, zambullirme en su interior,
refrescarme en sus olas y sus curvas,
me muevo, bailo y no paro,
al ritmo que marca la más fuerte de las resacas,
 y entonces corro, y te corres...

Desde algún tiempo, pienso en el lugar que ocupan las cosas,
 en la cura perfecta para todas ellas,
  en el momento en que la tempestad cese,
   en la felicidad de todos,
    en cambiar, en correr para olvidar, lo que debemos hacer,
     me armo de valor y pienso, pienso de nuevo, y...

Si tu supieras...


I. A.

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