sábado, 4 de abril de 2020

La Ola




Querido diario:

Día 218 de esta condenada cuarentena.
Con una taza de café y bajo las notas
de las Nuvole Bianche de Ludovico Einaudi
vuelvo a escribir (o eso creo).

Hoy brillan rayos de luz, aunque anoche
todavía cantaban gotas de lluvia.
¡Que suerte! Así, con los ojos vendados,
y la ventana abierta, puedo todavía
tensar y tocar el hilo que me permite
diferenciar la vida, de la realidad.

Una pausa, inspiro y alzo el vuelo,
Se multiplican imágenes en mi intelecto,
reminiscencias futuras y planes pasados.
Entonces caigo, y revivo de nuevo.

Y es que hace días que no te siento,
tres semanas, si mal no recuerdo;
desde que te pisé por última vez,
y eso, no siendo 100 % sincero.

Últimamente, solo te palpo en sueños,
mas con el despertar de cada cabezada,
esa puerta se desvanece.
Pero no por ello, el deseo de tocarte,
de escuchar la algarabía de tus aceras,
los murmullos de tus sonrisas,
y observar la felicidad en tus ojos,
espejo de tu espíritu,
y también del alma.

Realidad oscura, que parece fantasía.
Utopías nocturnas, que parecen reales.
Que transportan a universos mágicos,
al verde de tus prados, al blanco de tus playas,
al azul del cielo; donde las cometas flotan,
y mi corazón con ella.

Que arduo es apaciguar las ansias,
de sentirte cerca, caminarte y rodarte,
de retornar al hogar que creíamos cárcel,
y ver fijo, el brillo de los fondos marinos,
allí donde siempre un día estaban,
pendientes casi eternamente,
de salvar a los pulgarcitos,
que se creían gigantes.

Reencuentros verbalizados,
no obstante lejanos,
pero cada vez más cercanos,
con cada aplauso de las ocho;
da igual llueva o nieve,
mas con la firmeza inquebrantable,
de una unidad que todo lo puede.

POR ELLOS, POR NOSOTROS,
POR VOLVER A VIVIR,
¡VAMOS!



I.A.







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